viernes, 9 de enero de 2015

Je suis Charlie, 11 años despues del 11M

Un solo día puede cambiar la historia de una sociedad. No paro de pensar en que si estas imágenes se hubiesen producido el 11 o 12 de marzo de 2004, algunas cosas no habrían sido las mismas en este país. Probablemente el PP de Aznar habría vuelto a ganar las elecciones, porque los votantes habrían reconocido la responsabilidad y el liderazgo de un presidente, si éste hubiere optado por aglutinar a todas las fuerzas políticas en repulsa de un brutal atentado, como en las imágenes adjuntas.
 
 
Pero Aznar prefirió la manipulación y la mentira, los ciudadanos se dieron cuenta, y le expulsaron del poder. Aquello fue muy bueno o muy malo para unos u otros, pero lo realmente malo es que en este país ya nunca nada fue lo mismo. Se abrió la brecha más grande entre españoles desde la guerra civil. No creo exagerar.
Ya no se pudo hablar nunca con tranquilidad y con respeto al otro. Se instauró el odio al que no piensa como uno mismo: en el Parlamento, en los medios, en la calle. Gran legado, el de Aznar.
 
Así somos. Un país en el que nos unimos por un atentado en Paris y que, por razones exclusivamente de poder de una sola fuerza política, se produce un desgarro entre  españoles tras el peor ataque terrorista de la historia de nuestro país.
 
Se me abrían las carnes el jueves 8 de enero cuando escuchaba a algunos padres de la patria expresar su dolor por el ataque de París: no solo a las personas, sino al corazón mismo de Europa y a uno de sus pilares básicos de su vieja democracia: la libertad de expresión. Qué distinto habría sido todo si eso mismo, esa unidad ante la barbarie, se hubiese podido expresar tras los horribles atentados del   del 11M en Madrid.
 
Cuando expreso ante quien quiera oírme que hay un antes y un después en España, en la vida social y política de este país tras el 11-M, no estoy exagerando. Viviéndolo como lo viví en una redacción periodística, la de Telemadrid, que ya entonces, con sus nuevos directivos, comenzaba a intentar doblegar la libertad de información y expresión de sus periodistas, a escribir al dictado de un partido político, a vetar a determinados protagonistas ("a Pilar Manjón, ni agua", se dijo), a seguir la "versión oficial" ("Ha sido ETA. Lo que diga Acebes, a misa") y a todo lo que vino después...no puedo dejar de sentir un frío dolor de alma cuando oigo ahora a muchos darse golpes de pecho por los durísimos acontecimientos de Paris.
 
A partir del 11M hubo dos tipos de medios, los de "ETA" y los de "Al Qaeda"; hubo cientos (políticos y periodistas) que alimentaron la especie de que Aznar fue desalojado por "el comando Rubalcaba" y hubo, sí, algunos que intentaron ser fieles a la verdad. En el Parlamento escuchamos a un ex presidente decir aquella execrable argumentación de "no están en montañas lejanas..."; vivimos episodios surrealistas con cintas de cassete de la "Orquesta (o "comando") Mondragón"; y una mochila (la de Vallecas) que dio más vueltas que el baúl de la Piquer. Oímos hablar de Peones Negros, se aupó a espantajos como Pío Moa, se gritó contra la "desvergüenza" de un gobierno que quiso sacar a los muertos del 36 de las cunetas ¿para devolverles la dignidad? No, para alimentar el odio, dijeron con odio. Volvimos a oír hablar de "rojos" y fachas". El espíritu del 75, si no estaba muerto, lo remataron tras el 11M.
 
No puedo dejar de sentir vergüenza del pasado, cuando veo, hoy, a François Hollande decirle a los franceses: "De esta prueba, os lo aseguro, saldremos más fuertes". Nosotros, os lo aseguro,  no escuchamos aquello. Solo gritos y berridos de odio porque una ciudadanía, sí, definitivamente libre a pesar de todo, sacó del poder a los mentirosos.
 
Se cumple el lunes el segundo aniversario del ERE (improcedente, ilegal, salvaje digo de mi cosecha) que expulsó de Telemadrid a mas de 860 trabajadores. Muchos de ellos, os lo aseguro, estamos fuera porque nos negamos a seguir ese juego de mentiras. Diez años de penuria profesional, de acoso y derribo, de humillaciones, de no firmas, de denuncias. Denuncias, por cierto,  no siempre o casi nunca escuchadas por una sociedad dividida en dos bandos irreconciliables. Mi particular ERE empezó el 11 de marzo.
 
Hoy Francia y los franceses, con todos sus defectos (no hay santos en las imperfectas democracias occidentales), me producen el orgullo de pertenecer a esta vieja sociedad llamada Europa. Y tengo el mismo frío en el alma cuando me acuerdo de aquella jornada dolorosísima del 11-M, y las no menos dolorosas del 12, 13, 14, 15 de marzo de 2004, y las que siguieron. Como ciudadana, y como periodista.
 
Si, definitivamente, Je suis Charlie.
 
 

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